...y de pronto, las sintió. En aquel primer encuentro, las sintió. Sus labios se apresuraban aún concientes de que ni los segundos ni los minutos existían para ninguno de los dos...y se desesperaban; como si se hubieran estado buscando. Como si ese beso hubiera estado latente, esperando por un largo tiempo; o como si hubiera sido inventado por ambos en su imaginación una y otra vez. Tal vez estaba escondido en las filosas miradas que intercambiaban de vez en cuando, o en la sonrisa que ella le esbozaba discretamente entre papeles y estaciones. Y ahí estaban ellos dos: La pasión era irreflenable, la necesidad era incontrolable, y el deseo incontenible. La espera había llegado a su fin. Chispas ardientes de fogosa atracción salían de sus ojos en cada pausa; cada vez que se miraban fijamente durante unos breves segundos para darse cuenta de que este no era uno de esos besos imaginarios; para verificar que la engañosa realidad estuviera ahí; y así volvían a hundirse en sí mismos, a perderse en tiempo y espacio. Y ella las buscaba en cada encuentro. El fuerte anhelo de sentirlas y el ansia de volver a besar los labios de aquel distraído individuo despertaban en ella una sensación extraña...y la poca distancia entre ellos provocaba -inevitablemente- la colisión de sus bocas. Y se miraban, se sentían, se tenían por un rato. Y el volcán se encendía otra vez. De vez en cuando la luna los invitaba a jugar a quererse; y ellos se debilitaban cada vez más...sin comprender lo que ocurría. Pero el vehemente deseo seguía siempre presente; y se buscaban sin buscarse para poder encontrarse. Y así pasaba la vida, y ella las aguardaba silenciosamente. Cerraba los ojos y esperaba ansiosa por dentro, dudando...y ahí estaban otra vez, esas pérfidas mariposas.
"Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos."