Durante toda mi vida esperé a que las situaciones me ahogaran, me agotaran o sobrepasaran el límite de mi paciencia para quejarme o expresar mi enojo. Porque me enseñaron que a veces es mejor callarse y evitar una situación tensa o incómoda que andar luchando o gritando por la vida. Tal vez por eso de chiquita, cuando mi mamá se peleaba con algún vendedor yo me escondía atrás de ella para que nadie me viera, me sonrojaba por completo, o directamente le rogaba de rodillas que no me llevara con ella para devolver o cambiar cosas porque sabía cómo iba a terminar el asunto.
Esa filosofía de vida funcionó bastante bien, hasta que me fui dando cuenta (no fue de pronto, fue un largo proceso) de cómo eso podía llegar a afectarme. Fueron varios los que a su vez se dieron cuenta de que era medio boluda y aprovecharon para abusar de mi paciencia unas cuantas veces.
Mi fiel amiga (y extraordinaria escritora) Euge, un día me sugirió leer el blog de "La peleadora", Carolina Aguirre. Para quienes lo desconocen, el lema que daba origen a todos sus escritos era "la vida con un caracter de mierda". Poco a poco me fui nutriendo de esos ocurrentes y comiquísimos posts, y descubrí que podía llegar a ser cool ser una peleadora, una de esas que ves gritando en los negocios o en los supermercados y deseas nunca cruzártela en tu vida (sí, básicamente como mi vieja).
Me resultó siempre fácil quedarme callada cuando la situación me molestaba, e incluso llegué a simular que me sentía espectacularmente cuando por dentro tenía un caos sentimental.
Definitivamente el momento más deprimente fue cuando me dí cuenta de que mi hermanita de 15 años tenía el triple de personalidad que yo, y que no le temblaba la voz a la hora de putear a alguna de sus amiguitas, a mis viejos, o -¿por qué no?- a un simple desconocido.
Fue entonces cuando empecé a mirarme al espejo preguntándome "¿seguirás siendo una boluda el resto de tu vida?"...
LA RESPUESTA ES NO.
De a poco, me fui largando con pequeños placeres a los que suelo llamar "descargas", como responderles a los obreros que me gritan por la calle. Sí, todo bien...está bueno que te suban el autoestima de vez en cuando con algún que otro piropo, y seguramente más de una se tiraría de un quinto piso si pasara por una obra en construcción y sólo escuchara un silencio...pero a veces nuestros sudorosos y laboriosos admiradores, sinceramente, se van al carajo.
Siempre sentí ganas de darme vuelta y decirles algo tan repugnante como lo que ellos gritaban, y siempre me contuve. Pero NO, la vida es más que eso.
Puedo asegurarles que la satisfacción de la primera vez que le respondí a un camionero decrépito "¡¡¡Qué viejo verde de mierrrrrrrrrda!!!" puede compararse con muy pocas cosas que me hicieron feliz en esta vida. La cara del vejestorio, increíble.
En fin, así como la picazón sólo puede ser aliviada rascándose, los descontentos y sentimientos de protesta, sólo pueden alivianarse si uno los expresa.
Esa es la manera en que he desperdiciado un cuarto de mi vida tolerando lo intolerable, conteniendo lo incontenible y -una expresión muuy mía- fumándome lo infumable. No es sano, no señores. Situación incómoda las pelotas, acá hay un claro ejemplo de esa gente que desparrama buenas actitudes por todas partes y un día nublado decide llevar un arma al trabajo y dispararle a todo lo que tenga más de una pierna; o cortarse el flequillo irregular, irse a vivir a Tombuctú y cambiarse el nombre a McLovin.
Sí, McLovin.
Así es que he decidido empezar a decir, expresar, manifestar (aunque sea levemente) aquello que me irrita, me saca de quicio o, como diría mi primo en sus momentos de ira "me hace saltar la chaveta".
Por el bien de Tombuctú y sus habitantes.
PD: No, yo tampoco sé lo que es una chaveta.
IT'S JUST A SHIMMY AND A SHAKE
28 noviembre 2010
19 septiembre 2010
28 agosto 2010
Paper Planes
Este escrito tiene como único propósito explicar el motivo de mi mal humor y mi dificultad para ponerme manteca de cacao en los últimos 3 días.
Algunos eligen morderse las uñas, otros se las morfan como si fueran tic tacs, otros se rascan o se tocan alguna parte específica del cuerpo hasta masacrarla y no poder tocarla más por una semana. Yo, cuando me pongo nerviosa, me muerdo los labios.
"Te pego un tiro". Esa fue la única frase que logré descifrar de mi amigo el punga que nos venía fichando desde que subimos al subte. "Entonces, ¿por qué no te alejaste, boluda?"- porque hasta que no te están robando no te das cuenta de toda la seguidilla de hechos que antecedió al afano y que ahora cobra total sentido.
Me parecía que el pibe también había corrido como nosotras, precipitadamente, hacia la salida del subte, subiendo las escaleras a toda velocidad. La diferencia era que nosotras estabamos apuradas para llegar a nuestros respectivos destinos, y él estaba apurado porque nos quería chorear. Cuando ví que Dani, mi colega y amiga, no seguía mi ritmo de fumadora social-atleta que sube de dos en dos los escalones de Cabildo y Juramento para pisar lo más rápido posible la superficie terrestre, me dí vuelta para asegurarme de que estuviera ahí.
Mi amiga, una rubia bonita, con la mochila en su espalda y cara de "Y ahora ¿qué carajo hago?", si bien seguía avanzando por los escalones haciendo su mejor esfuerzo por correr, tenía al susodicho colgado de la mochila, como un mono que se aferra a su banana porque sabe que es la última que le queda.
Y yo, que toda mi vida dije y recontra dije que nunca iba a reaccionar como esas locas de mierda que les gritan a los chorros o les pegan con las carteras; yo que cada vez que escuchaba una de esas anécdotas pensaba: "Si a mí me pasa, le doy hasta la chabomba", yo que me considetaba una boluda primaveral (flor de boluda) a la hora de un robo, reaccioné.
Sí, así es. Con mi mejor vozarrón me dí vuelta y (mientras seguía corriendo hacia arriba) empecé: "PARÁ FLACO, ¿ESTÁS LOCO? ¡¡ESTÁ LLENO DE GENTE!!". Todas estas frases salieron de mi boca sin que mi diminuto cerebro procesara ninguna de ellas; wordvomit puro. Paralelamente, Dani corría y el pibe seguía agarrado de ella. El pibe, que probablemente se esperaba que mi amiga largara la mochila o el celular (según ella esto último era lo que le pedía), desapareció sin que ninguna de las dos pudiera ver cómo.
Al día siguiente Dani me contó que antes de salir rajando el chorro le gritó "Andá, tomate un taxi". Es decir que las personas que queremos volver del microcentro los días de semana tenemos que tomarnos un taxi para que no nos roben. Claro, ¡¡qué boludas!!..¿Cómo no nos dimos cuenta antes?...
No me desvío, sigo con el episodio. No fui consciente de lo que yo había hecho hasta que llegamos a la civilización (dos escalones más arriba) y me empezaron a temblar las patitas. Dani, la envidia de Fabián Gianola (en el desafío de la blancura, era la más blanca de las blancas). Nos miramos y seguimos corriendo hasta que, como buenas vírgenes de robo (raro en la city porteña hoy en día), encontramos un policía y le hicimos un informe pedorro y aburrido de lo que nos había pasado.
La historia concluye cuando Dani y yo nos separamos: ella se tomó el 168 y yo el 152, ambas al encuentro de nuestros machos-alfa para que hicieran un poco más amena la situación.
Allí, en esas cuarenta-cincuenti-pico de cuadras de recorrido fue cuando mi dentadura y mis labios se enlazaron en una interminable lucha: dientes 1, labios 0. Ese fue el resultado final de la riña. Mis nervios pudieron más, y así fue cuando a la mañana siguiente me encontré con el reflejo de una chica de 19 años con la mitad de un labio tipo salchicha de Moria Casán que parecía víctima de un botox de segunda mal aplicado. Ahí estaba él, mi eterno amigo, el que viene una vez al año y se gana más de una puteada por mi parte: el herpes.
Esta vez salió en el labio de arriba, original el hijo de puta. Parece un grano o un pedazo de comida, depende de quién lo mire. Después de un contraataque invasivo de Aciclovir durante unos cuantos pares de horas, ya casi se está yendo, pero supongo que volverá en un par de meses cuando atraviese otro episodio semi-nervioso en mi vida.
Conclusiones que saqué del episodio:
a. Sí, definitivamente soy una loca de mierda.
b. Tengo que cambiar mi hábito nervioso por otro menos nocivo y visible.
All I wanna do is (BANG BANG BANG BANG!)
And (KKKAAAA CHING!)
And take your money
Algunos eligen morderse las uñas, otros se las morfan como si fueran tic tacs, otros se rascan o se tocan alguna parte específica del cuerpo hasta masacrarla y no poder tocarla más por una semana. Yo, cuando me pongo nerviosa, me muerdo los labios.
"Te pego un tiro". Esa fue la única frase que logré descifrar de mi amigo el punga que nos venía fichando desde que subimos al subte. "Entonces, ¿por qué no te alejaste, boluda?"- porque hasta que no te están robando no te das cuenta de toda la seguidilla de hechos que antecedió al afano y que ahora cobra total sentido.
Me parecía que el pibe también había corrido como nosotras, precipitadamente, hacia la salida del subte, subiendo las escaleras a toda velocidad. La diferencia era que nosotras estabamos apuradas para llegar a nuestros respectivos destinos, y él estaba apurado porque nos quería chorear. Cuando ví que Dani, mi colega y amiga, no seguía mi ritmo de fumadora social-atleta que sube de dos en dos los escalones de Cabildo y Juramento para pisar lo más rápido posible la superficie terrestre, me dí vuelta para asegurarme de que estuviera ahí.
Mi amiga, una rubia bonita, con la mochila en su espalda y cara de "Y ahora ¿qué carajo hago?", si bien seguía avanzando por los escalones haciendo su mejor esfuerzo por correr, tenía al susodicho colgado de la mochila, como un mono que se aferra a su banana porque sabe que es la última que le queda.
Y yo, que toda mi vida dije y recontra dije que nunca iba a reaccionar como esas locas de mierda que les gritan a los chorros o les pegan con las carteras; yo que cada vez que escuchaba una de esas anécdotas pensaba: "Si a mí me pasa, le doy hasta la chabomba", yo que me considetaba una boluda primaveral (flor de boluda) a la hora de un robo, reaccioné.
Sí, así es. Con mi mejor vozarrón me dí vuelta y (mientras seguía corriendo hacia arriba) empecé: "PARÁ FLACO, ¿ESTÁS LOCO? ¡¡ESTÁ LLENO DE GENTE!!". Todas estas frases salieron de mi boca sin que mi diminuto cerebro procesara ninguna de ellas; wordvomit puro. Paralelamente, Dani corría y el pibe seguía agarrado de ella. El pibe, que probablemente se esperaba que mi amiga largara la mochila o el celular (según ella esto último era lo que le pedía), desapareció sin que ninguna de las dos pudiera ver cómo.
Al día siguiente Dani me contó que antes de salir rajando el chorro le gritó "Andá, tomate un taxi". Es decir que las personas que queremos volver del microcentro los días de semana tenemos que tomarnos un taxi para que no nos roben. Claro, ¡¡qué boludas!!..¿Cómo no nos dimos cuenta antes?...
No me desvío, sigo con el episodio. No fui consciente de lo que yo había hecho hasta que llegamos a la civilización (dos escalones más arriba) y me empezaron a temblar las patitas. Dani, la envidia de Fabián Gianola (en el desafío de la blancura, era la más blanca de las blancas). Nos miramos y seguimos corriendo hasta que, como buenas vírgenes de robo (raro en la city porteña hoy en día), encontramos un policía y le hicimos un informe pedorro y aburrido de lo que nos había pasado.
La historia concluye cuando Dani y yo nos separamos: ella se tomó el 168 y yo el 152, ambas al encuentro de nuestros machos-alfa para que hicieran un poco más amena la situación.
Allí, en esas cuarenta-cincuenti-pico de cuadras de recorrido fue cuando mi dentadura y mis labios se enlazaron en una interminable lucha: dientes 1, labios 0. Ese fue el resultado final de la riña. Mis nervios pudieron más, y así fue cuando a la mañana siguiente me encontré con el reflejo de una chica de 19 años con la mitad de un labio tipo salchicha de Moria Casán que parecía víctima de un botox de segunda mal aplicado. Ahí estaba él, mi eterno amigo, el que viene una vez al año y se gana más de una puteada por mi parte: el herpes.
Esta vez salió en el labio de arriba, original el hijo de puta. Parece un grano o un pedazo de comida, depende de quién lo mire. Después de un contraataque invasivo de Aciclovir durante unos cuantos pares de horas, ya casi se está yendo, pero supongo que volverá en un par de meses cuando atraviese otro episodio semi-nervioso en mi vida.
Conclusiones que saqué del episodio:
a. Sí, definitivamente soy una loca de mierda.
b. Tengo que cambiar mi hábito nervioso por otro menos nocivo y visible.
All I wanna do is (BANG BANG BANG BANG!)
And (KKKAAAA CHING!)
And take your money
01 julio 2010
Every little thing...
Pensando, charlando con amigas, una, dos, tres, mil que te vienen con el clásico dilema: "Es un pelotudo, pero me encanta". Y vos que ya la escuchaste, pero que cada situación que ella te describe eufóricamente te resulta novedosa y diferente y, por supuesto, digna de ser analizada nuevamente por ambas en un intento de comprender por qué los humanos tendemos a colgarnos tanto de lo que sabemos que no nos conviene, nos engorda, nos quema las neuronas o nos saca granos hasta en el orto. Y ni te cuento si es reunión de varias amigas.-
Empiezan: lo que le dijo, lo que no le dijo, lo que le debería haber dicho, lo que le tiene que decir la próxima vez que lo vea caminando de la mano de esa turra mal teñida..de ahí se derivan los 81 insultos (preferentemente con tintes de violencia) hacia la nami enemiga, más comunmente denominada como "esa", "la otra" o "la puta". Obviamente vos intentás contribuir con un aporte de varios adjetivos calificativos que resulten despectivos, injuriosos y bañados en la más retorcida bronca que jamás haya existido, como para dejarla tranqui a tu amiga que cuando necesite descargarse, ahí estarás.
Otro tema: el analisis de lo que ÉL dijo. Siempre estan las boludas que tiran un: "Mmm..es obvio que si te dijo eso, es porque MUERE por vos!", o el típico "Date cuenta, te está tirando onda"...cuando el pobre flaco no hizo más que preguntarle si sabía donde quedaba el aula T204 y después de escuchar las indicaciones le respondió con un "Gracias, nos vemos". (AAAAAAAAAAAAY, si te dijo nos vemos es porque sueña con sacarte la bombachaaa!!)
Y sí, en las reuniones de amigas están TODAS. Las que se hacen la película con todo ("¡Te ama! Se quiere casar con vos y tener ocho hijos y un perro que se llame Bobby"), las que analizan psicológicamente cada frase ("Ese pibe tiene un clarísimo complejo de Edipo, boluda, date cuenta"), las que te pinchan el globo ("Ah pará, ¿Estás hablando de Mateo? Yo lo ví el otro día caminando con una rubia.."), las amigas "sobreprotectoras" que nunca aceptaron, aceptan ni aceptarán a ninguno de tus chongos ("Vos te merecés algo MUCHO mejor que ese pelotudo, haceme caso"), las que intentan contentarte con una frase armada ("Esas cosas llegan cuando uno menos las espera", "Después de la tormenta, siempre sale el sol", y el quemadísimo"Ya va a llegar..") y finalmente las que esperan a que termines de contar todo para bombardear al grupo con sus problemas, sin importar nada de lo que hayas dicho ni las conclusiones que el resto puedan sacar de ello. Éstas últimas suelen tirar frases claves para retener la atención de todas, incluso de las que no estaban escuchando (.."Chicas, creo que estoy embarazada de mi primo").
En fin, luego de una larga charla llena de críticas, mate, grasas trans, lamentos, complejas descargas y mucha nicotina, siempre llegás a la conclusión de que tus amigas son tus amigas por algo. Porque cuando vos estés en ese lugar, ellas van a estar ahí para sostenerte, porque dentro de un par de meses tal vez termines llamándolas desesperadamente para que acudan a rescatarte, o porque simplemente las necesitas, como necesitás clavarte un mc bajon un par de veces al mes (o a la semana).
Y lo primero que haces es ponerte a pensar en que aunque hoy estés acompañada, vos sentiste alguna vez esa soledad; y que a tu fiel amiga después de una ruptura (de relación o de corazón) indudablemente la esperan varios gastos: los kilos de helado preferentemente caro, los alquileres de comedias románticas pelotudas que le van a resultar todas iguales a SU historia (y que probablemente la van a hacer llorar), los atados de cigarrillos, las salidas pedorras en un intento de subir el ánimo (que incluyen tequilas berretas en bares de mala muerte), y las llamadas telefónicas a cualquier hora.
Y ahí va a estar ella...llorando como una marrana, ingiriendo altas cantidades de azúcares y otras sustancias, encerrada todo el fin de semana en su cuarto y pegada a la caja boba preguntándose por qué a Jennifer Aniston siempre le sale redonda, y a ella se le hace tan difícil seguir...
Empiezan: lo que le dijo, lo que no le dijo, lo que le debería haber dicho, lo que le tiene que decir la próxima vez que lo vea caminando de la mano de esa turra mal teñida..de ahí se derivan los 81 insultos (preferentemente con tintes de violencia) hacia la nami enemiga, más comunmente denominada como "esa", "la otra" o "la puta". Obviamente vos intentás contribuir con un aporte de varios adjetivos calificativos que resulten despectivos, injuriosos y bañados en la más retorcida bronca que jamás haya existido, como para dejarla tranqui a tu amiga que cuando necesite descargarse, ahí estarás.
Otro tema: el analisis de lo que ÉL dijo. Siempre estan las boludas que tiran un: "Mmm..es obvio que si te dijo eso, es porque MUERE por vos!", o el típico "Date cuenta, te está tirando onda"...cuando el pobre flaco no hizo más que preguntarle si sabía donde quedaba el aula T204 y después de escuchar las indicaciones le respondió con un "Gracias, nos vemos". (AAAAAAAAAAAAY, si te dijo nos vemos es porque sueña con sacarte la bombachaaa!!)
Y sí, en las reuniones de amigas están TODAS. Las que se hacen la película con todo ("¡Te ama! Se quiere casar con vos y tener ocho hijos y un perro que se llame Bobby"), las que analizan psicológicamente cada frase ("Ese pibe tiene un clarísimo complejo de Edipo, boluda, date cuenta"), las que te pinchan el globo ("Ah pará, ¿Estás hablando de Mateo? Yo lo ví el otro día caminando con una rubia.."), las amigas "sobreprotectoras" que nunca aceptaron, aceptan ni aceptarán a ninguno de tus chongos ("Vos te merecés algo MUCHO mejor que ese pelotudo, haceme caso"), las que intentan contentarte con una frase armada ("Esas cosas llegan cuando uno menos las espera", "Después de la tormenta, siempre sale el sol", y el quemadísimo"Ya va a llegar..") y finalmente las que esperan a que termines de contar todo para bombardear al grupo con sus problemas, sin importar nada de lo que hayas dicho ni las conclusiones que el resto puedan sacar de ello. Éstas últimas suelen tirar frases claves para retener la atención de todas, incluso de las que no estaban escuchando (.."Chicas, creo que estoy embarazada de mi primo").
En fin, luego de una larga charla llena de críticas, mate, grasas trans, lamentos, complejas descargas y mucha nicotina, siempre llegás a la conclusión de que tus amigas son tus amigas por algo. Porque cuando vos estés en ese lugar, ellas van a estar ahí para sostenerte, porque dentro de un par de meses tal vez termines llamándolas desesperadamente para que acudan a rescatarte, o porque simplemente las necesitas, como necesitás clavarte un mc bajon un par de veces al mes (o a la semana).
Y lo primero que haces es ponerte a pensar en que aunque hoy estés acompañada, vos sentiste alguna vez esa soledad; y que a tu fiel amiga después de una ruptura (de relación o de corazón) indudablemente la esperan varios gastos: los kilos de helado preferentemente caro, los alquileres de comedias románticas pelotudas que le van a resultar todas iguales a SU historia (y que probablemente la van a hacer llorar), los atados de cigarrillos, las salidas pedorras en un intento de subir el ánimo (que incluyen tequilas berretas en bares de mala muerte), y las llamadas telefónicas a cualquier hora.
Y ahí va a estar ella...llorando como una marrana, ingiriendo altas cantidades de azúcares y otras sustancias, encerrada todo el fin de semana en su cuarto y pegada a la caja boba preguntándose por qué a Jennifer Aniston siempre le sale redonda, y a ella se le hace tan difícil seguir...
27 junio 2010
12 junio 2010
Love is so blind it feels right when it's wrong,
LA LOCA DEL 111
Ágatha se consideraba una mujer bastante alta para su edad. Sus ojos eran de un celeste muy intenso, y vestía siempre el mismo tapado de piel marrón. En los pies solía llevar aquellos desgastados zapatos verdes que nunca habían dejado de gustarle, pese a sus infinitos pasos caminados. Su cabello era corto y rubio, aunque su verdadero color era un castaño oscuro que aún a sus 72 años no lograba asumir. Su cara ya había sido cubierta por una incalculable cantidad de arrugas.
Ágatha trazaba delicadamente sus labios con un rojo furioso, evidenciando sus ansias por ser besada.
Solía realizar el mismo recorrido cada noche: luego de juntar una a una las monedas y preparar todo como era debido, Ágatha tomaba su pequeña cartera de cuero y pagaba el boleto, que tenía como destino final su incesable fantasía.
Le gustaba introducirse en aquel destartalado colectivo dejando entrever cierto aire de soberbia mientras, intentando esconderse, aquellos que ya la conocían comenzaban a reir y cuchichear maliciosamente. A Ágatha no le importaba, ni siquiera se percataba de aquello.
La lángida dama se sentaba: allí empezaba el ritual. Lentamente estiraba sus delgadas manos e iba extrayendo diversos elementos de aquel diminuto maletín.
Primero su rostro: sus pómulos, su nariz, todo debía lucir perfecto para el valioso encuentro que la esperaba. El hecho de pintar sus pestañas le resultaba una ardua tarea, y más cuando debía estar pendiente de los tan cambiantes -e irritantes- semáforos: Rojo, verde, amarillo, rojo, verde, verde, amarillo, rojo. Rojo como su boca.
Ágatha, por momentos, se mostraba apurada; su amor estaba esperándola y quería que el mundo entero lo supiera. ¿Con qué la sorprendería esta noche? "¿Serán flores o bombones?" - pensaba. "¿O, tal vez, una íntima cena a la luz de las velas?".
Su corazón latía, pero eran palpitaciones vacías, llenas de nada.
Por último, los labios. Siempre los labios. Los remarcaba con fuerza y con un pulso que resultaba sólido e imperturbable; como si estuviera acostumbrada a hacerlo cada noche.
Y lo hacía.
Ágatha, a pocas paradas antes de la suya, comenzaba a tararear una contagiosa melodía. Ya estaba lista para él.
Al bajar, se sentaba en un banquito de Plaza Serrano y se miraba en el espejo que la había ayudado a maquillarse, como buscando su cordura.
Esperaba cantando..divagando, delirando, hablando sola. Esperaba. Nisiquiera su propia sombra podía acompañarla en una noche tan oscura.
De pronto, aparecía su peor enemigo. Al llegar el alba, Ágatha se encontraba con lo que más temía: su amor se había ido, y ya era tarde para recuperarlo.
Las lágrimas teñidas de negro comenzaban a brotar y se bifurcaban al tocar sus arrugas; y ella gritaba, sufría, se desgañitaba durante segundos, minutos, tal vez horas. No dejaba de preguntarse cómo tal atrocidad le había sucedido. "¿En qué momento lo perdí?", se preguntaba.
Hasta que, repentinamente, aquella vieja frase que había escuchado alguna vez aparecía en su mente: "El amor es ciego".
No recordaba bien si pertencía a la vieja canción que tarareaba monótonamente, a las últimas palabras de su madre antes de morir, o a un poema de Bécquer; pero eso no importaba: era justo lo que necesitaba.
¡¡AÚN ME QUIERE!!, ¡¡AÚN ME AMA!!, gritaba Ágatha alegremente. Su mirada, entre lunática y extraviada, reflejaba un brillo que parecía verdadero. Un brillo que sólo podía provenir de su deshabitado corazón, que comenzaba a dar brincos otra vez. La esperanza había vuelto, y esta vez traía a la ilusión como lazarillo.
Y así, con los ojos secos, la mirada perdida y la voz totalmente ronca, Ágatha daba unos últimos sollozos y se levantaba.
Pensaba por un momento. Tal vez le haría bien una siesta. Sí, sí. Definitivamente necesitaba descansar.
Después de todo, una cita la esperaba esta noche.
Ágatha se consideraba una mujer bastante alta para su edad. Sus ojos eran de un celeste muy intenso, y vestía siempre el mismo tapado de piel marrón. En los pies solía llevar aquellos desgastados zapatos verdes que nunca habían dejado de gustarle, pese a sus infinitos pasos caminados. Su cabello era corto y rubio, aunque su verdadero color era un castaño oscuro que aún a sus 72 años no lograba asumir. Su cara ya había sido cubierta por una incalculable cantidad de arrugas.
Ágatha trazaba delicadamente sus labios con un rojo furioso, evidenciando sus ansias por ser besada.
Solía realizar el mismo recorrido cada noche: luego de juntar una a una las monedas y preparar todo como era debido, Ágatha tomaba su pequeña cartera de cuero y pagaba el boleto, que tenía como destino final su incesable fantasía.
Le gustaba introducirse en aquel destartalado colectivo dejando entrever cierto aire de soberbia mientras, intentando esconderse, aquellos que ya la conocían comenzaban a reir y cuchichear maliciosamente. A Ágatha no le importaba, ni siquiera se percataba de aquello.
La lángida dama se sentaba: allí empezaba el ritual. Lentamente estiraba sus delgadas manos e iba extrayendo diversos elementos de aquel diminuto maletín.
Primero su rostro: sus pómulos, su nariz, todo debía lucir perfecto para el valioso encuentro que la esperaba. El hecho de pintar sus pestañas le resultaba una ardua tarea, y más cuando debía estar pendiente de los tan cambiantes -e irritantes- semáforos: Rojo, verde, amarillo, rojo, verde, verde, amarillo, rojo. Rojo como su boca.
Ágatha, por momentos, se mostraba apurada; su amor estaba esperándola y quería que el mundo entero lo supiera. ¿Con qué la sorprendería esta noche? "¿Serán flores o bombones?" - pensaba. "¿O, tal vez, una íntima cena a la luz de las velas?".
Su corazón latía, pero eran palpitaciones vacías, llenas de nada.
Por último, los labios. Siempre los labios. Los remarcaba con fuerza y con un pulso que resultaba sólido e imperturbable; como si estuviera acostumbrada a hacerlo cada noche.
Y lo hacía.
Ágatha, a pocas paradas antes de la suya, comenzaba a tararear una contagiosa melodía. Ya estaba lista para él.
Al bajar, se sentaba en un banquito de Plaza Serrano y se miraba en el espejo que la había ayudado a maquillarse, como buscando su cordura.
Esperaba cantando..divagando, delirando, hablando sola. Esperaba. Nisiquiera su propia sombra podía acompañarla en una noche tan oscura.
De pronto, aparecía su peor enemigo. Al llegar el alba, Ágatha se encontraba con lo que más temía: su amor se había ido, y ya era tarde para recuperarlo.
Las lágrimas teñidas de negro comenzaban a brotar y se bifurcaban al tocar sus arrugas; y ella gritaba, sufría, se desgañitaba durante segundos, minutos, tal vez horas. No dejaba de preguntarse cómo tal atrocidad le había sucedido. "¿En qué momento lo perdí?", se preguntaba.
Hasta que, repentinamente, aquella vieja frase que había escuchado alguna vez aparecía en su mente: "El amor es ciego".
No recordaba bien si pertencía a la vieja canción que tarareaba monótonamente, a las últimas palabras de su madre antes de morir, o a un poema de Bécquer; pero eso no importaba: era justo lo que necesitaba.
¡¡AÚN ME QUIERE!!, ¡¡AÚN ME AMA!!, gritaba Ágatha alegremente. Su mirada, entre lunática y extraviada, reflejaba un brillo que parecía verdadero. Un brillo que sólo podía provenir de su deshabitado corazón, que comenzaba a dar brincos otra vez. La esperanza había vuelto, y esta vez traía a la ilusión como lazarillo.
Y así, con los ojos secos, la mirada perdida y la voz totalmente ronca, Ágatha daba unos últimos sollozos y se levantaba.
Pensaba por un momento. Tal vez le haría bien una siesta. Sí, sí. Definitivamente necesitaba descansar.
Después de todo, una cita la esperaba esta noche.
28 octubre 2009
Disparando disparates
06/09/09
Hace un año, en una noche como esta, empezaba lo que iba a darle sentido a muchas cosas; hace un año caía en un frío y calculador plan, de un no-tan-frío y calculador individuo que me hizo creer que todo se había dado por pura casualidad...que una fuerza del más allá, un motivo desconocido (o tal vez un par de shots baratos), nos dejaron en esa situación, nos destinaron a estar en ESE lugar y en ESE tiempo. pero no no no, yo NO creo en esas farsas ilusorias de la casualidad. NO señor...CASUALIDAD que no le haya dicho todo esto antes! Usted y yo estabamos ahí porque QUERÍAMOS estarlo...no creo que la casualidad haya sido quien puso su boca a 4 centímetros de la mía ni mucho menos la culpable de todos esos besos que me traían mariposas- tigres si usted prefiere- o babosas (para quitarle la cursilería a la metáfora) reptando por mis intestinos. y esa conciencia moral que surgía constantemente gritando: ¡¡¿¿QUÉ ESTAS HACIENDO??!! mientras yo me entretenía con usted por un buen rato sin pensar en las (ahora hermosas) consecuencias que me esperarían. y yo que le seguía aquel juegito de la casualidad..¡qué ingénua!..fue más una cuestión de CAUSALIDAD me atrevería a decir yo...fue más un deseo tácito que yo tenía de estar con esa misma persona que hacía tiempo ya venía usurpando mis noches y entrometiéndose en mis sueños (¿quién le dio el derecho?) y permítame decirle con todo respeto que aunque me irriten esas pequeñeces -que usted sabe que me irritan pero las disfruta y por eso lo dejo- yo me enamoré de usted. me enamoré de su sonrisa, de su voz y de su inteligencia atroz; de su humor agresivo, de sus besos adictivos, de sus inconstancias y de sus palabras filosas, que siempre son mejores que las de una loca como yo, no cree usted?. y ya se me hace tarde para seguir contando ovejitas que fueron las que me pidieron que le escribiera. yo no sé como hace usted,señor, para seguirme gustando cada día un poco-mucho más.
Hace un año, en una noche como esta, empezaba lo que iba a darle sentido a muchas cosas; hace un año caía en un frío y calculador plan, de un no-tan-frío y calculador individuo que me hizo creer que todo se había dado por pura casualidad...que una fuerza del más allá, un motivo desconocido (o tal vez un par de shots baratos), nos dejaron en esa situación, nos destinaron a estar en ESE lugar y en ESE tiempo. pero no no no, yo NO creo en esas farsas ilusorias de la casualidad. NO señor...CASUALIDAD que no le haya dicho todo esto antes! Usted y yo estabamos ahí porque QUERÍAMOS estarlo...no creo que la casualidad haya sido quien puso su boca a 4 centímetros de la mía ni mucho menos la culpable de todos esos besos que me traían mariposas- tigres si usted prefiere- o babosas (para quitarle la cursilería a la metáfora) reptando por mis intestinos. y esa conciencia moral que surgía constantemente gritando: ¡¡¿¿QUÉ ESTAS HACIENDO??!! mientras yo me entretenía con usted por un buen rato sin pensar en las (ahora hermosas) consecuencias que me esperarían. y yo que le seguía aquel juegito de la casualidad..¡qué ingénua!..fue más una cuestión de CAUSALIDAD me atrevería a decir yo...fue más un deseo tácito que yo tenía de estar con esa misma persona que hacía tiempo ya venía usurpando mis noches y entrometiéndose en mis sueños (¿quién le dio el derecho?) y permítame decirle con todo respeto que aunque me irriten esas pequeñeces -que usted sabe que me irritan pero las disfruta y por eso lo dejo- yo me enamoré de usted. me enamoré de su sonrisa, de su voz y de su inteligencia atroz; de su humor agresivo, de sus besos adictivos, de sus inconstancias y de sus palabras filosas, que siempre son mejores que las de una loca como yo, no cree usted?. y ya se me hace tarde para seguir contando ovejitas que fueron las que me pidieron que le escribiera. yo no sé como hace usted,señor, para seguirme gustando cada día un poco-mucho más.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)